domingo, 27 de diciembre de 2009

Campanillas

Había oscurecido y regresaba a casa caminando con rapidez. Era tarde y en lo alto un cielo sin estrellas me vigilaba. Aquel cielo negro empezó a clarear y vi perfectamente algunas pequeñas luces pálidas que parpadeaban, y haces de luz que embellecían algunos espacios velados en donde antes no había nada. Me llamó la atención aquel resplandor del cielo pues sentí como mis pupilas adaptaron su forma a aquella nueva luz. Supuse que serían estrellas fugaces y apreté los parpados con fuerza para pedir un deseo.

Invadida por dichos deseos sonreí inocentemente y me subí la cremallera de la chaqueta. El viento me sacudió la cara y levantó mi cabello que se me metió en los ojos. Tenía las manos heladas al igual que la nariz, y no podía dejar de resoplar. Un suave rocío caía sobre mí, así que me puse en marcha.

Las aceras ya húmedas tenían una apariencia resbaladiza. Mis torpes pasos encaramados a aquellos zapatos de tacón me delataban, resonando en aquella solitaria calle. A punto estuve de resbalar pero guardé el equilibrio, y tanteando en la acera, busqué un camino seguro en donde no patinar. El hambre me devoraba y el cansancio, y el dolor de pies, y apuré el paso. Todo estaba en silencio, todo era muy extraño.
La calle parecía estar envuelta en una neblina fría, las ventanas de las casas parecían cubiertas de un vapor blanco, lechoso. El viento sólo trasportaba el eco de mis pasos, rápidos, apurados, cuando de pronto aquel sonido arrastrado de campanillas me alertó y me detuve. El sonido era envolvente y cercano.

La brisa volvió a levantar mis cabellos cuando giré el rostro para comprender de donde venía aquel ruido, pero no encontré ninguna pista y seguí mi camino, decidida a llegar cuanto antes a mi destino. Había dado dos pasos cuando de nuevo las campanillas titilaron. El viento acompañó a aquel sonido cascabelero y me estremeció, fue una sensación plena y consciente de que el tiempo se detenía por un momento. En aquel pequeño instante todo quedó suspendido, todo dejó de existir, todo cobró una apariencia mucho mas importante y profunda de la propia realidad de una calle vacía, pues supe que no estaba en una calle vacía.

Había alguien ahí, conmigo, percibí su presencia, sentí su calor y las llamas de su aura, brillante, hermosa, caminando conmigo, elevándose en el aire.

Giré como una peonza sobre mi misma hasta que me sentí completamente estúpida. Arriba en lo alto de aquel edificio que tenía enfrente alguien había dejado colgado en el tendedero unas formas tubulares que entrechocaban rompiendo aquellos sonidos tan peculiares. Allí no había nadie. Todo lo había imaginado. La presencia, la sensación era sólo el producto de mi imaginación y de mi cansancio.

Durante algunos aturdidos momentos me convencí y me instigue duramente para creérmelo. Pero supe enseguida y con total estremecimiento que alguien guardaba mis pasos. Mi ángel, decidí, pues recordé entonces que cuando oyes el sonido de unas campanillas y todo lo demás se queda en silencio es que un ángel ha conseguido sus alas. Mi ángel, mi ángel guardián, pensé emocionada, pues eso mismo era lo que había deseado: el no sentirme tan sola. Y ahora tenía la certeza de que no lo estaba.

Se me ocurrió este pequeño relato la otra noche cuando regresaba del garaje y volvía a casa después del trabajo. Me pasó algo parecido (lo de oír unas campanillas) y recordé aquella película tan famosa, y tan navideña que echan todos los años en año nuevo, “que bello es vivir” en la que cuando eso pasa es porque ha pasado un ángel.
Y ya que estas son unas fechas adecuadas, ¿Por qué no recordamos esa escena?...
¡Que la disfrutes!<br>




¡Si que es bello vivir!

2 comentarios:

Raquel dijo...

Unos pasos sobre la acera, noche cerrada y niebla envolvente... elementos para sugestionarse y fabular. Me ha gustado ese pequéño relato, pues más de una vez me he sentido así, observada por ojos invisibles. Me gusta la idea del ángel guardian, de esa figura mágica que vela por nosotros.
Bonita peli la de ¡Qué bello es vivir!, yo siempre me emociono cuando la veo.

Un beso, Ana.

Ana Bohemia dijo...

Un beso Raque, me alegro de que esta pequeña introducción y relato te haya gustado. Lo cierto es que es muy bonito pensar que hay un ángel por ahí velando por nosotros. Un gran abrazo y un deseo.... ¡que tu vida si que sea bella de vivir!
:D

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