lunes, 30 de abril de 2018

Alicia y las matemáticas



Pocos saben que bajo el seudónimo de Lewis Carroll se escondía Charles Lutwidge Dodgson diácono anglicano, fotógrafo, escritor, y matemático…
Y de matemáticas vamos a hablar, bueno de ellas y de su relación con la obra más conocida de Lewis, digo de Dodgson, porque las referencias matemáticas de mediados del siglo XIX son una constante en el libro. Y sí, era cierto, las matemáticas estaban floreciendo rápidamente en lo que es hoy: un lenguaje finamente perfeccionado para describir las relaciones conceptuales entre las cosas. (¡Toma ya la frase!) Charles Dodgson, quiero decir Lewis Carroll, veía a las nuevas y radicales matemáticas ilógicas y carentes de rigor intelectual. En "Alicia en el país de las maravillas (¿o matemáticas?), atacó algunas de las nuevas ideas que suponía como tonterías, utilizando una técnica familiar de las pruebas de Euclides, reductio ad absurdum, donde se prueba la validez de una idea llevando sus premisas a su extremo lógico.
Para Lewis que había ejercido como profesor de matemáticas en la Universidad de Oxford, no era difícil encajar sus ataques insertándolos en la narración aunque de manera muy criptica. Tenemos varios ejemplos, así cuando Alicia comparte el té con sus estrafalarios nuevos amigos, Carroll hace referencia a las matemáticas de William Rowan Hamilton, uno de los grandes innovadores del álgebra victoriana. El nombre del capítulo de esta escena, el 7, es el de “Una fiesta de té loca” (A mad tea-party). Por su título en inglés, el nombre en realidad se refiere a “t-party”, donde la t es el símbolo matemático de tiempo. Esto es así porque el tiempo es un gran ausente durante este pasaje en el libro. Además, Carroll mantiene a sus personajes del té moviéndose alrededor de la mesa, reflejando la manera en la que Hamilton lo hacía con los cuaterniones: un sistema numérico basado en cuatro términos.

Otro ejemplo matemático ocurre cuando Alicia se encuentra a la oruga sentada sobre un gran hongo y fumando de una hookah o pipa de agua, sugiriendo que las matemáticas sin rigor de Augustus De Morgan irritaban al autor. En este momento de la obra, Alicia intercambia comentarios referentes al álgebra, propuestas por De Morgan quien mencionaba que cualquier procedimiento era válido en tanto que tuviera lógica interna. Carroll muestra con esta escena que algo se ha multiplicado de la nada (porque mushroom, que en inglés es “hongo”, da lugar a mushroomed, que significa “multiplicar rápidamente” o “surgir como hongos”) y que está entorpeciendo las ideas de sus seguidores -en este caso, a los matemáticos-.

El cambio constante del tamaño de Alicia, la ingesta de hongos, el que la oruga le diga que “mantenga su temperamento”, la forma curva de la sonrisa del gato, el bebé que se transforma en un cerdo, todo esto tiene un fuerte simbolismo matemático y una estrecha relación con los estudios de la época sobre las álgebras, interesante, ¿verdad?




“El sombrerero dijo:
                —Podrías decir que “veo lo que como” es lo mismo que “como lo que veo”.
—¡Podrías también decir —agregó la liebre— que “me gusta lo que obtengo” es lo mismo que “obtengo lo que me gusta!”
                —¡Podrías también decir —agregó el lirón, quien parecía que hablaba en su sueño— que “yo respiro cuando duermo” es lo mismo que “yo duermo cuando respiro!”


Fuentes:

domingo, 22 de abril de 2018

El destierro de mi abuelo

Por lo que sé de mi abuelo era un hombre decidido y desenvuelto, superviviente de una guerra y de una posguerra. Se llamaba Ángel y pertenecía a aquella generación de hombres y mujeres que salían adelante sólo con orgullo y fuerza de voluntad. Nunca terminó la escuela, oficialmente era un analfabeto, jamás colgó ningún título en una pared, pero nunca le hizo falta. Sabía todo lo que le hacía falta saber y lo demás lo adquiría gracias a un don muy valioso: la curiosidad. Leía mucho y así aprendía. Además de ese importante don, mi abuelo era inteligente y despierto por naturaleza. Así que el trabajo no le daba miedo. Podía ser fontanero un día y carpintero el siguiente. Pintor o mecánico. Y gracias a como era nunca le faltó el trabajo, ni por tanto el sustento.
Conoció a mi abuela cuando sólo eran unos chiquillos. Vivían en la misma calle, eran vecinos, así que siempre se veían pasar. Pronto la familiaridad dio paso a la amistad, luego al cariño y después al amor. Todas las tardes la esperaba en la esquina para ir a pasear o al cine. El cine era barato, también los pistachos. Antes todo valía cuatro perras. Cuando la película acababa y la magia desaparecía, paseaban, paseaban sin descanso calle arriba y calle abajo. Nunca se cansaron del plan, nunca se separaron. Hasta que tuvo que hacer el servicio militar. La perspectiva de estar fuera dieciocho meses era demasiado dura, demasiado tiempo. Así que intentó “no ser apto para el servicio”. Alegó ser hijo de viuda, alegó ser el responsable del sustento familiar. La trola no le sirvió. De todas maneras la experiencia no fue del todo mala; no lo destinaron lejos.
Lo peor fueron las guardias. Hacía dos semanas que no veía a mi abuela, la echaba de menos, además era fiesta y la idea de quedarse en aquella base oscura, como un pasmarote con un fusil en la mano no le agradaba. Esa misma noche dejó abandonado el arma en la garita y se marchó a la fiesta. La pillería le costó el destierro. Sí, antes desterraban por esas tonterías. Los mandaban a los lugares más áridos y apartados que pudieran encontrar, en su caso fue a Fuerteventura. 
Él siempre presumió de haber sido desterrado por amor, lo consideraba lo mejor de su curriculum.





Música: Shuggie Otis - Sweet Thang
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